El terrorismo no tiene ni religión, procedencia motivos o razón
No podemos seguir etiquetando al terrorismo según religión, motivos o procedencia. El terrorismo es mafia criminal, sin más.
RPRESS Pedro Ignacio Altamirano. 27 enero 2023.- El terrorismo, por la edad que tengo, lo recuerdo a la perfección. Lo viví de forma directa. Sufrí el terrorismo de “ETA” el terrorismo “Polisario”, “IRA”… y para terminar, hoy el Yihadismo. ¡Que nos gusta etiquetar cosas!. Si algo tiene sólo una sólo etiqueta, es el terrorismo: ASESINOS.
Las excusas religiosas, políticas o territoriales son sólo eso: excusas para tapar los oscuros objetivos que ocultan. Son bandas, con organización y mentalidad mafiosa criminal, sin más. Ponerle etiquetas es favorecer sus acciones, hacer diferencias y “blanquear” a unas con otras. No podemos seguir por ese camino.
¿Qué diferencia hay cuándo ETA puso la bomba en el Hipercor de Barcelona, del atentado Yihadista del 11 de Marzo en Madrid? Me niego a buscar diferencia, ambos asesinaron a inocentes. ¡Qué más me da que unos sean Vascos y otros del Magreb o Iraníes!, ¡qué más me da que unos digan hacerlo en el nombre de la independencia de un territorio y el otro en nombre de Dios!. Ambos mienten, ni independencia ni dioses: Dinero para sus dirigentes que viven, ellos sí, como verdaderos Dioses del Olimpo.
Qué diferencia hay cuando un tal genocida Brahim Ghali, líder de la ¿banda armada?, no, seamos preciso, “banda terrorista” del Polisario me amenazó de muerte sólo por visitar las provincias del sur del Reino de Marruecos, a cuando ETA me puso en la lista de “asesinable” por presentarme, como andaluz, a la alcaldía de un pueblo de la ría de Bilbao. Que alguien me lo explique por favor. Que me da si el polisario nació en un pueblo de Marruecos, o el Etarra en un pueblo de Euskadi. Ambos me querían asesinar si me ponía a su alcance.
El terrorismo no tiene moral
“El horror del asesinato deliberado, de la emboscada o de la granada, es por lo menos catártico; en ellos hay terror y la acciones a las que uno se puede enfrentar. Pero el genio perverso del terrorismo es la sospecha: el hombre que se detiene a pedir fuego, un carro con un eje roto que hace señales de ayuda.
El repique súbito del timbre de la puerta en la noche. La tenue cadena de confianza sobre la que se basan todas las relaciones humanas se rompe; y eso el terrorista lo sabe y es ahí donde afila sus garras, porque su objetivo principal no es la batalla: es conseguir que la represalia contra sus propios agravios, los del terrorista, se abata sobre la comunidad en general, en la esperanza de que el castigo impuesto a inocentes hagan aumentar poco a poco, el número de aquellos entre quienes él ha de reclutar nuevos adeptos [Lawrence Durrel, Bitter Lemons].
No, el terrorismo no tiene razones, ética o moral alguna. No pueden, no podemos permitirles ni un metro de espacio para sus mentirosas justificaciones o razones. No podemos odiar a unos terroristas más que a otros según quienes sea, vengan de donde vengan o digan lo que digan. No podemos seguir blanqueando a unos para justificar a otros. Hablamos de asesinos, sin más. No sigamos en al auto engaño, ni permitiendo que nos engañen algunos que aprovecha el terror para justificar sus discursos políticos intolerantes o racistas.
Aquellos que aprovechan de forma indecente la desgracia humana producida por el terrorismo, son cómplices. Necesitan alimentar el terrorismo con el combustible del odio, racismo, xenofobia, intolerancia o nacionalismo extremo. El terrorismo necesita de los intolerantes, y los intolerantes a los terroristas: se autoalimentan. Unos no tienen discurso sin el discurso del otro.
Basta de hipocresías e hipócritas. Digamos claro, no son ni religiosos ni políticos, son asesinos asalariados del mal absoluto. Sin más. Condenémoslo por asesinos mafiosos sin objetivos ni razones. Cada vez que ponemos una etiqueta al terrorismo, lo blanqueamos y alimentamos. Pongamos fin a la mentira y la hipocresía.