Andalucía, Magreb y Sahel

RPRESS Rafael Sanmartín. 1 de mayo 2021.- Los movimientos almorávides, almohade y en menor medida benimerín, de la Edad Media, procedían del interior del desierto, en ningún caso de ninguno de los estados existentes antes ni después de aquel fenómeno religioso-militar de guerreros belicosos y ortodoxos, intransigentes en su forma de entender el Islam.

Aunque en la actualidad hay un Estado llamado Mauritania, el origen de la palabra es latina y se refiere a la franja norte de Argelia y Marruecos, dividida en dos provincias durante el Imperio: Mauritania tingitana y Mauritania cesariana. La primera siempre formó parte de la misma Diócesis y de la misma región geográfica que la Bética. Esto constituye la primera prueba de la íntima relación existente desde siglos atrás entre Andalucía y el Magreb, en este caso concretado a la región rifeña. Hay otros ejemplos de buena relación, pero este es el más claro, dado que aquellas dos unidades, al norte y al sur del Mediterráneo, tuvieron en realidad una misma administración. Y es importante reseñar que la caída del ejército godo y la implantación de un régimen inspirado en el de Bagdad, organizado por el don Oppas, Arzobispo metropolitano de Sevilla con la colaboración del conde don Julián, en aquel momento gobernador de la ciudad de Ceuta, ciudad que había seguido formando parte de la Bética, fue conseguido con la ayuda de soldados magrebíes.

La relación general con el resto del Magreb se mantuvo durante varios siglos, especialmente a partir de 711 por razón de similitud política y coincidencia religiosa de la Administración. Desde este momento, la Bética-al Ándalus, una entidad político-administrativa con más de un milenio de existencia, con una relación estrecha con el norte del Magreb desde ochocientos años antes, pasa a ampliar su relación con las sucesivas entidades político-administrativas de todo el Magreb, hasta el punto de que, en 1195, cuando tiene lugar la victoria de Alarcos contra los invasores castellano-leoneses, la capital de la entidad formada por el Imperio Almohade se ha situado en el interior de la península, en la ciudad de Híspalis, dónde, para celebrar la victoria, se construye una torre casi idéntica a la Koutubía de Marrakech que con el tiempo y remate renacentista, tomará el nombre de Giralda. Una muestra, una más, de la aceptación y adaptación de Andalucía a los tiempos, como lo han sido otras y lo siguen y seguirán siendo otras realizaciones culturales e industriales en todo el suelo andaluz.

| Máxima extensión del Imperio Almorávide.

Llegado el siglo XVI y consumada un siglo antes la conquista de Andalucía por los reinos del norte peninsular, Andalucía no ha perdido su relación de hermandad con el Magreb. Y allí marchan muchos de los represaliados por la guerra de la Alpujarra y otras acciones bélicas-represivas contra la población autóctona, llamada «morisca» por los conquistadores castellanoleoneses. En el ya existente reino de Marruecos se constituye un ejército formado por diez mil andaluces exiliados, que se pone al servicio del Califa marroquí, ya separado del sultanato de El Cairo. Después de su eficaz intervención en la batalla de Alcarzarquivir, el Califa los envía hacia el sur, a cruzar el desierto de arena y el de sal que le sigue, a conquistar aquellas tierras que el Califa venía deseando desde tiempo atrás.

Pero los proyectos del Califa, en este caso, no coinciden con los de los andaluces y, aunque le envían caravanas de oro, sal y otros tesoros, su intención es establecerse en algún lugar dónde sean bien recibidos y formar su propio hogar; en Marruecos habían sido bien recibidos, pero se encontraron una Administración consolidada dónde no cabía la formación de un Estado propio. Ese hogar, esa patria la encontraron en la curva del río Níger, en la zona de Tombuctú, en aquel momento integrada en el Imperio de Sudán. Pero el imperio se desmorona, y los andaluces, dirigidos por Yuder Pachá (Diego Guevara), su líder, se entienden con los nativos a quienes aportan la rica cultura de Andalucía, la tierra de la que proceden.

Los andaluces se integraron plenamente en el reino de Tombuctú a cuya creación contribuyeron, y dotaron de importantes obras religiosas y civiles entre ellas la primera universidad del mundo. Hoy el recuerdo andalusí se mantiene en la ciudad y en la comarca, en los monumentos, Patrimonio de la Humanidad, en su gran Biblioteca, formada con los libros que llevaron los andalusíes, en los apellidos, «Armas» y «Turé», que se extendieron por toda África y Canarias. Y en el aire dónde todavía perdura el aroma de los campos y las ciudades del Almanzora, de las campiñas, de las vegas, de las marismas, de las sierras y las costas de Andalucía.

Si la intención de todos los conquistadores de todas las épocas ha sido y es apropiarse tesoros ajenos y enriquecerse con ellos, la de los andaluces que terminaron su periplo en la curva del Níger fue encontrar un hogar, una Patria. Integrarse con la población autóctona y aportarles su cultura y su saber. Tombuctú fue la ciudad más poblada de Malí y de África, la más avanzada, la más culta y una de las más ricas hasta que llegó la colonización, en este caso al servicio de Francia.

Ojalá haya menos invasiones, menos apropiaciones y más encuentros, como el protagonizado por los andaluces en la curva del Níger.

RAFAEL SANMARTIN @andalus56

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