Cuando se escucha a Hitler hablar de derechos humanos.

RPRESS Pedro I. Altamirano. Málaga, 20 de julio 2021.- Según informa la agencia EFE el presunto genocida y presidente de la banda terrorista del Polisario se atreve a hablar de derechos humanos en un discurso a la nación, el primero desde su salida del hospital a principios de junio tras contraer la covid-19, en el que se atreve a denunciar «el aumento escalofriante de las violaciones de derechos humanos por parte de Marruecos contra el pueblo saharaui»,  o lo que es lo mismo que escuchar hablar de Adolf Hitler de los derechos humanos del pueblo judio.

Brahim Ghali, sin duda parece sufrir un grave problema de doble personalidad y realidad, porque siendo presunto genocida más cruel contra los saharauis autóctonos, a quienes de forma presunta a asesinado sin juicio, enterrados vivos a sus disidentes, violado a mujeres a su capricho, asesinado a pescadores españoles y amenazado de muerte a todos lo que se atreven a denunciar sus actitudes con tintes fascistas, se atreve a denunciar en en su intervención pública con motivo de la fiesta del Aid el Adha «el silencio y la pasividad vergonzosa de la comunidad internacional ante la represión que sufren los civiles saharauis en los territorios ocupados así como la situación infrahumana de los presos políticos que se encuentran en cárceles marroquíes». Sería cómico sino habláramos de Ghali, una mente malvada capaz de poner en marcha, de forma presunta, la mayor maquinaria de torturas y genocidios capaz de nacer de las mentes más enfermas y criminales.

Gali, de 72 años de edad, fue trasladado el 18 de abril desde Argelia a un hospital de Logroño para ser tratado de covid-19, de forma mas que irregular con la complicidad del Gobierno de Pedro Sánchez, con documentación e identidad falsa, donde permaneció un total de seis semanas. Una decisión que el Gobierno español justificó «por razones estrictamente humanitarias» y que provocó un grave conflicto diplomático con Marruecos, que aún continua sin resolver.

Brahim Ghali llegó en avión privado, pero su tratamiento sanitario fue pagado por el bolsillo de todos los españoles. Unos gastos valorados en más de 100.000 euros, mientras que los saharauis que aún quedan secuestrados contra su voluntad en los campamentos del terror en la zona de Tiduf, al sur de Argelia, siguen viviendo en unas condiciones inhumanas, y sin acceso alguno a la sanidad más básica, y ni mucho menos, a las vacunas del Covid.

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